Dios Padre nunca ha padecido de sordera,
me dio oxígeno cuando pernoctaba en la mazmorra.
Ninguna satisfacción reside en lo que es terrenal.
Medita el evangelio puro en silencio, en la cama.
La vanidad es la cicuta perfecta para el alma.
Ofrécele a Dios el deseo sincero de santificarte.
La alegría plena se alcanza con la media vuelta.
Mis plácidos ronquidos son una loa tras otra.
De la antología “Las sotanas de Satán”
fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario