En esta hora borrascosa te ruego de rodillas,
te imploro que me escuches y me concedas
lo que requiero para no hundirme más.
Sí, la única y suficiente roca es Jesucristo.
Seré un residente perpetuo de la casa del Padre,
me siento seguro abrazado por el evangelio.
Soy un fidedigno legatario del reino del Espíritu.
Cumpliré mi promesa, tú, ya cumpliste la tuya.
(24) Al himnario del Salvador
De la antología “Las sotanas de Satán”
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